Formación. ¿Una y no más?

Me comentaba un amigo hace unos días una situación que está viviendo en su entorno de trabajo y que me sugiere un tema interesante sobre el que escribir. Este amigo lleva un par de años formando parte de un equipo de trabajo, y muchos de sus compañeros son profesionales con 10 o más años de experiencia a sus espaldas. Personas formadas y expertas que han resuelto todo tipo de problemas, superado infinidad de retos. Decididos a tomar decisiones con la seguridad de quién se ha tenido que mojar muchas veces. Dispuestos a compartir sus conocimientos con todos sus colaboradores y compañeros, en especial con aquellos más jóvenes y que empiezan a recorrer el camino que ellos ya transitaron.

Hasta aquí todo bien, el conocimiento y la «best practice» fluyen para convertirse en información global al alcance de todos y los proyectos se sacan adelante con el esfuerzo conjunto. El problema viene cuando, en el proceso de toma de decisiones, la voz cantante la llevan los más jóvenes, los nuevos, los inexpertos. Hablan de métodos novedosos, de últimas tendencias, de alternativas originales y poco contrastadas. “Esto lo vimos en un curso hace poco”, “asistí a un seminario el mes pasado donde nos hablaron”, etc. Esas son algunas de las frases que conducen a la situación de la que mi amigo me estuvo hablando.

Después de 10 años, algunos conocimientos puede que hayan quedado obsoletos y si no hay un genuino interés por reciclarse por parte de estos activos de la compañía, se pueden crear tensiones. “Se ha hecho así toda la vida”, “ahora vendréis vosotros a inventar la rueda” son frases lapidarias que habitualmente preceden al desastre.

Tiene que existir desde las empresas, y en especial desde los departamentos de recursos humanos, una voluntad inequívoca de formar a los colaboradores, de darles las mejores herramientas y conocimientos para que sean capaces de superar los retos con garantías. Esto incluye a TODOS, incluso a aquellos que “lo saben todo”. La formación continua tiene que ser la vacuna que evite este tipo de infecciones que pueden minar la cohesión de un grupo. El hacer partícipes a los miembros del equipo de las novedades del sector, de las nuevas herramientas, de las tecnologías desarrolladas y que se pueden aplicar a los procesos; dejará a todos los colaboradores en igualdad de condiciones, con la mente abierta y despejada de prejuicios.

La experiencia es un activo de valor incalculable en cualquier empresa. Aderezarla y potenciarla con formación es el paso definitivo hacia un crecimiento global de la organización y sus miembros. Este proceso formativo debe ser continuado, constante y comprometido desde recursos humanos, respondiendo al mismo tiempo tanto a las necesidades de los colaboradores como a los intereses estratégicos de la organización.

Aportaremos valor a la compañía, sentimiento de progreso y evolución a la plantilla y generaremos un entorno de crecimiento y generación de valor. Perdamos el miedo a aprender, seamos promotores de nuevas ideas.

Un comentario en “Formación. ¿Una y no más?”

  1. No podría estar más de acuerdo. La vida profesional evoluciona, y del mismo modo nosotros. Especialmente en un equipo, donde aceptar nuevas ideas contribuye al desarrollo como bien has dicho, y también a la posibilidad de cada miembro del equipo de aportar al mismo, bien sea a través de la experiencia o de la innovación.

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