Últimamente hemos podido leer mucho en prensa acerca de los horarios laborales en España y su “descoordinación” con el resto de Europa. Citaba mi amigo Pepe Sanchis hace unos días en LinkedIn este artículo de Víctor Osorio en Expansión.com, y encuentro en el texto la palabra clave: presentismo.
El presentismo es un mal endémico en muchas de las empresas de nuestro país y que bajo el lema “echa más horas que el reloj”, permite ascensos y promociones que en estructuras basadas en la eficiencia y el aporte de valor al proceso serían impensables.
Es cierto que quedan fuera de esta consideración aquellas personas que, apasionadas por su trabajo, el tiempo les pasa volando y no les supone ningún problema alargar su jornada más allá de las ocho horas para finalizar alguna tarea o apoyar a otros colaboradores en un trabajo importante.
A los que nos referimos aquí es a aquell@s, que sistemáticamente, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, se niegan a abandonar su puesto a tiempo y ceñirse a un horario. Curiosamente, varían su comportamiento cuando tienen la certeza de que el jefe o supervisor ya no hará acto de presencia (“Elvis ha abandonado el edificio”), y sabiendo que ya no es necesario mantener la impostura, se van de su puesto con la satisfacción del “deber” cumplido.
El daño que estos comportamientos provocan a la organización es doble:
- por una parte frustran al resto de colaboradores que ven con impotencia cómo promociona el “ladrón de tiempo” que se queda siempre hasta tarde para que le vean, y se tiene en cuenta únicamente su “récord” de horas, sin importar si es eficiente en su trabajo o no
- por otra, perpetúa la cultura empresarial de que quien más horas trabaja es el más trabajador, y se retrasa la implantación de sistemas de horario flexible, similares a los que dan buenos resultados en otros países de nuestro entorno
Al final, y como dice Nuria Chinchilla (directora del Centro Internacional de Trabajo y Familia de IESE) al final del articulo, el cambio no debe limitarse a la empresa “debe llevar aparejado un cambio social”.
Por lo tanto, nosotros como individuos podemos aportar nuestro granito de arena y contribuir a un escenario de cambio. En nuestras empresas, somos los primeros que debemos trabajar en nuestra eficiencia. Si nos dedicamos a gestionar personas, y somos los encargados de plantear soluciones que ayuden a nuestras compañías a dar pasos en la dirección adecuada, debemos predicar con el ejemplo y aportar valor en nuestro día a día.
“Para que exista un cambio real, tiene que haber (…) directivos que apuesten claramente por cambiar los hábitos actuales y conviertan en regla lo que ahora es una excepción y está mal visto, salir antes del trabajo” – Nuria Chinchilla
Abandonemos el presentismo. No nos convirtamos en “ladrones de tiempo”.