En el mundo empresarial es habitual enfrentar la toma de decisiones con una mezcla de responsabilidad e incertidumbre, y encontramos en la información una fuente de objetividad que nos permitirá establecer el criterio más adecuado de cara a la resolución de problemas e incidencias.
Pero en multitud de ocasiones disponemos de toda la información, recopilada y procesada, con un formato preestablecido y a nuestro alcance, pero pese a ello, no somos capaces de interpretarla adecuadamente o incluso llegamos a saturarnos y «ahogarnos» en un mar de datos.
“El exceso de información es malo” – Umberto Eco
“Ahora sé que el exceso de información es peor que su escasez” – Zygmunt Bauman
Siendo así, la clave reside en establecer un mecanismo adecuado y que se adapte a nuestras necesidades para que toda la información que generamos nos pueda servir de guía y referencia en la toma de decisiones en cualquier momento. Fijando los objetivos y metas que queremos conseguir, escogiendo las magnitudes e indicadores que nos dirán si estamos lejos o cerca de alcanzarlos y vigilar periódicamente su evolución. En definitiva y en una palabra: MEDIR.
“No se puede mejorar lo que no se controla; no se puede controlar lo que no se mide; no se puede medir lo que no se define” – William Edwards Deming
Una vez definidos los objetivos estratégicos de la organización, que proyectados en cascada hacia cada departamento y sección se convierten en los objetivos a alcanzar para contribuir al proyecto conjunto de la compañía, debemos establecer los KPI’s o indicadores que permitan monitorizar la actividad, el desempeño, la mejora o el rendimiento de colaboradores, equipos de trabajo, etc. Además, nos permitirán reaccionar o incluso anticiparnos a la aparición de problemas o situaciones complicadas, de forma que la gestión se convierte en un ejercicio de toma de decisiones constante, pero con la información de nuestra parte (y no en nuestra contra).
Si a todo esto sumamos, que las decisiones de mayor peso se toman entre varias personas de la organización, con responsabilidades diversas y que gestionan equipos diferentes, aportar datos que refuerzan nuestra postura o visión respecto del tema a valorar en dichas reuniones o comités nos facilitará el trabajo de defender nuestra posición.
En muchas organizaciones, sobretodo en PYMES, las decisiones se toman entre varias personas y habitualmente cada una de ellas expresa su opinión o visión particular. Si todos los asistentes a este tipo de reuniones únicamente aportan su punto de vista, este quedará muy condicionado a su realidad diaria, a las complicaciones y necesidades de su departamento o sección, y al final, se quedarán en una opinión más entre varias.
Habitualmente no se llega a ningún consenso, y la toma de decisiones final queda en manos de la máxima autoridad, que aplicará su propio criterio o se decantará por una de las opciones puestas sobre la mesa. Nuestra opinión quedará diluida entre todas las demás. En cambio, aportar datos estructurados, coherentes, relevantes y concretos, hará que nos distingamos de otras subjetividades y que aportemos un criterio estable soportado por información valiosa. Pero para poder aportar valor, tendremos que MEDIR.
Si no mides, eres uno más.
Saludos!!